lunes, 12 de septiembre de 2011

Cómeme si Te Atreves (CUENTO)

  En un reino muy lejano vivía una princesa que se llamaba Alicia y que era muy famosa no sólo en su reino, sino en todo el mundo, por su belleza y su sonrisa contagiosa, que llenaba de felicidad los corazones de todos los que la rodeaban. Verdaderamente, Alicia era una niña muy feliz, a la que sus padres y hermanos adoraban, pero pasaron los años y Alicia, como es natural, fue creciendo.
 A la edad de quince años, la prometieron con un príncipe que ni siquiera conocía; además sus damas de compañía le contaron que era un vejestorio con barriga, calvo y que además llevaba una dentadura postiza que cuando se reía demasiado fuerte salía disparada por los aires y solía aterrizar en el lugar más inesperado, cosa que ocurría bastante a menudo. Alicia, aterrada por su próxima nueva vida, perdió la sonrisa y sus ojos se llenaron de una tristeza insoportable y a pesar de los cambios que se habían operado en la niña más alegre del reino, sus padres no cedieron en su determinación de casarla, pues era una costumbre muy arraigada en la tradición de su reino.
Un día, desesperada, pues sólo quedaban dos meses para su boda, Alicia fue a ver a la hechicera del bosque, pues sólo ella, a través de algún conjuro, podría librarla de su negro porvenir. Salió del castillo de noche, abrigada por un cielo sin luna y caminó varias horas entre árboles misteriosos, hasta que encontró la cueva donde vivía la hechicera. Parecía que la estaba esperando, pues nada más entrar le dijo:
-Alicia, he estado buscando un remedio para tu tristeza y sólo he encontrado una solución.
La hechicera se levantó y se dirigió a un armario que tenía una puerta cerrada con siete candados. La abrió y sacó de él, para sorpresa de Alicia, un pastelito muy apetecible, pero que para nada parecía ser la solución a sus graves problemas.
-Alicia, ya sé lo que estás pensando. Quizás este pastelito tenga una apariencia normal, pero esconde un gran poder. Guárdalo hasta la próxima luna llena debajo de tu almohada y cuando sea el momento, cómetelo. Este dulce mágico te llevará a un lugar lejos de aquí, donde podrás empezar una nueva vida. Aunque tengo que advertirte algo: perderás a toda tu familia, incluso tu aspecto cambiará; será como si nacieras de nuevo y no puedo asegurarte que tu nueva vida sea próspera y feliz y si no te gusta tu nueva vida, no podrás volver atrás, puesto que este pastel sólo se puede usar una vez.
Alicia volvió al castillo pensativa; la verdad es que no iba a ser nada fácil atreverse a comer el pastel o no. Cuando llegó a su habitación, lo metió debajo de la almohada y se durmió.
Pasaron los días y Alicia no dejó un solo momento de debatirse entre si atreverse a convertirse en otra o dejar que el futuro que habían elegido por ella siguiera su curso. Y por fin llegó la luna llena.
Esa noche, Alicia se encerró con llave en la habitación, sacó el pastelito de debajo de la almohada, lo colocó sobre la mesa y se sentó, rogando a las estrellas una señal sobre qué debía decidir. Y la señal llegó; una ráfaga de luz la atravesó y de repente tuvo la certeza de cuál era su camino. Cogió el pastel con ambas manos y se lo llevó a la boca. Más valía arriesgarse a ser una nueva persona  e intentar labrarse el futuro que quería para sí misma, aunque se estrellase, que conformarse con lo que los demás querían para ella.

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